El desorden de las sábanas. Anna Serguéyevna descansa su
desnudez en el codo izquierdo. Oye a Dimitri Dimitrievich sentado en el borde
de la cama. “Cómo seguir amándonos después de los días en Yalta”. El desorden
de su pelo vuelve al hueco de la almohada y sus ojos a la penumbra que se
cierra en el techo.“¿Cómo hacer para dejar de escondernos, dejar de mentir,
romper las trabas?¿Cómo?¿Cómo?”, se repite y se pregunta en voz alta Dimitri
Dimitrievich con la cabeza entre las manos. Ella sonríe. Se incorpora. Pega su
cuerpo a la espalda de su amante. Sus labios muerden el cuello del otro y sus
dedos demoran la cuenta de las costillas. Susurra. Dimitri Dimitrievich calla y
sonríe. Ella se sienta a su lado. Él deja caer la cabeza en el consuelo de su
regazo desnudo. Las uñas de ella le recorren el espinazo y sus palabras
insisten en el susurro “¿Sí? ¿Querrás convertirte en mi otro perrito lulú?” Él
sonríe, asiente con la cabeza y le advierte. “Pero seguiré siendo Dimitri”. Ella
ríe, casi carcajea. Él quiere incorporarse, pero la mano izquierda de ella se
vuelve firme sobre su cuello, mientras la otra mano, mansamente, le sosega
la cabeza. “Serás mi otro perrito lulú”, repite en el hueco de las orejas de
Dimitri Dimitrievich.
Anna Serguéyevna baja al vestíbulo del hotel. Seguida del
botones con su equipaje, salva los escalones que la separan de la puerta
principal. En su mano derecha lleva una correa de cuero que sujeta a un
impaciente, pero dócil, perrito lulú.
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4 comentarios:
Gran escena. Pero sobre todo: soberbio uso del lenguaje. Prosa de quilates, pero en el punto justo de robustez y estilismo: "el desorden de su pelo vuelve al hueco de la almohada", "sus dedos demoran la cuenta de las costillas", "él deja caer la cabeza en el consuelo de su regazo desnudo". Además, existe una especie de cadencia ascendente muy musical: frase corta, frase corta, frase media, frase larga. O algo así. Y buen uso de los silencios y la expectativa: me encanta ese susurro que tarda un par de líneas en pasar del silencio a las palabras. Todo eso me parece que es fantástico. Se nota cada gramo del peso sólido de tu narrativa.
Una única duda: no sé si me convencería más el micro sin el último párrafo, que igual desvela algo que ya se intuye en el otro párrafo. O igual es que estoy interpretando mal el sentido de la pieza. Porque incluso me había dado por pensar que juegas con la ambigüedad con la alusión al perrito de verdad. Igual es que estoy espeso, Hugo, para interpretar según qué cosas. Ya sabes cómo son mis junios.
En cualquier caso: disfruto y aprendo mucho cada vez que paso por aquí.
Una abraçada, company.
Muy bueno, Hugo. Coincido con todos los elogios de Iván, que destaca por su buen análisis siempre. ;-)
A mí en cambio me gusta el cierre. Tu micro se sustenta -de principio a fin- en el buen manejo de la prosa, y por ello precisamente no creo que su mérito tenga que recaer por fuerza en el efecto sorpresa, tan esperable a estas alturas del género (por eso me parece un acierto que lo hayas evitado).
Abrazos a ambos,
Gemma
Hola Iván:
Gracias por tanto elogio que me ruboriza hasta la punta de los pies.
¡muy bien vista la pauta musical! que, a veces con esfuerzo y a veces de forma más diáfana suele colarse en mis micros y cuentos.
respecto a lo que me señalas, sencillamente quería que el último párrafo y, concretamente, la imagen de Anna con el perrito, cerrara no sólo lo narrativo, sino también lo simbólico: lo aparente queda en el texto -en el botones, en el hotel-, pero la relación mágica y de dominio queda reservada para la parte móvil y voluble del texto, es decir, la lectura.
company, sempre és un plaer llegir els teus comnetaris,
salut
Hola Gemma:
Gracias por pasar por aquí.
No niego la legitimidad de los efectos sorpresa si es el texto quién lo demanda, si la lógica interna de la narración, si el/la protagonista resuelve mediante la sorpresa el cierre del texto. En lo que soy tremendamente beligerante es en el efecto sorpresa porque si, porque parece que un micro que no lo consiga es un micro fallido. El ingenio está muy bien para el ajedrez o el cubo de Rubi, pero en la literatura, a veces, se convierte en un convidado peligroso.
Gracias por señalar que lo que me gusta poner en valor siempre es la prosa, la narración manda y el texto es casi casi, como el perrito de Anna, jejejej.
un petó
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