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lunes, 22 de octubre de 2012

solo dos minutos


(...una madre lo que se dice una madre lo que todos entienden por la palabra madre o mamá no lo fuiste nunca tus hijos siempre fueron Horacio y Adriana porque a mi no sólo no me esperabas sino que quisiste abortarme pero no pudiste porque Sainz de Mendiguren el médico que siempre te los había hecho y amigo de papá se había suicidado o lo habían matado que nunca quedó claro y los tres médicos que consultaste te recomendaron parir porque no resistirías otro aborto y tuviste un embarazo de mierda y me odiaste desde entonces y apenas nací te faltó tiempo para hacerte la ligadura de trompas todo esto me lo contó la tía Évelin pocos días antes de mi partida mientras tomábamos mate con bollitos de grasa me contó que papá no era mi padre natural y cuando supe quien era lo entendí todo y pensé ¡hay que ser puta para hacer lo que hiciste! y antes de irme de Montevideo pensé en largártelo a la cara decírtelo con todos los detalles sólo para ver qué respuesta te inventabas pero al final decidí joderte y dejarte con la duda de saber de qué estaba enterada yo qué me había contado y qué se había callado tu hermanita Évelin que estoy segura que en estos momentos ella también te desea una agonía infinita y el día de mi partida te pusiste a llorar en el aeropuerto y a representar las emociones y todas esas estupideces de las que tanto te gusta hablar pero yo sabía que en tu interior agradecías que me fuera a la mierda daba igual adónde lo único que te interesaba era que la machorra de tu hija Ornella desapareciera que pusiera por medio el Océano Atlántico y los más de diez mil kilómetros que hay entre Montevideo y Barcelona ¿y sabés una cosa? yo también no veía la hora de perderte de vista porque pensaba que por más mal que me fuera siempre estaría mejor que seguir a tu lado y ahora sé que no me equivoqué...

Ornella observa a su madre dormida en la cama de la UVI. Observa la respiración acompasada de su madre. Observa el sube y baja de su pecho. Ornella corrige su postura en la silla. Está incómoda. Niega con la cabeza. Observa los tubos que entran y salen del cuerpo de su madre. Una mueca de disgusto le serpentea los labios.

...pero resulta que la señora no puede dejar a la gente en paz y ya ves llevo una semana aquí viniéndote a ver a la UVI una hora a la mañana y una hora a la tarde ¿para qué? para nada mientras tanto he dejado colgado mi trabajo en Barcelona mis amigas y mi felicidad ¡y a correr! que la señora se está por morir por su puta culpa se está por morir por no haberse aceptado nunca tal como es porque vos siempre fuiste gorda mamá y has pasado toda tu puta vida con la ansiedad de todas las gordas aborreciéndote ante el espejo que cuando Adriana me contó lo que habías hecho no supe si reírme o darme media vuelta y volverme a Barcelona pero decidí quedarme aunque haya tenido que volver a verle la jeta a la familia que me tocó en la tómbola por ser hija tuya esa parentela que quisiera ver muerta y enterrada y decidí quedarme para ver si esta vez te dejas de joder para siempre...

Ornella observa a su madre sedada. Observa los cables, los tubos, las sondas, las vías de poliester que se concentran en su brazo derecho. Mira el reloj. Se muere por fumarse un pitillo, pero aún ha de esperar veinte minutos.

....sí pero también decidí quedarme para verlo a papá en Buenos Aires y ya tengo concedida una visita para el domingo porque él sí que tiene motivos para sentirse mal me indigna pensar en todo lo que hizo él por Uruguay y ahora este gobierno de mierda se olvida se lava las manos y lo abandona en una cárcel argentina acusado no se sabe muy de qué y yo te pregunto aunque no hace falta que me respondas ¿qué has hecho vos por papá? ¡nada! ya sé no hace falta que me recuerdes que ustedes llevan años divorciados pero te podrías haber movido para que lo devolvieran a su verdadera patria podrías haber ayudado a Horacio ese hijo que pariste y no te merecés para contratar unos buenos abogados argentinos pero para vos eso es mucho pedir a veces me pregunto porqué te casaste con papá más allá que tu familia y la de él eran todos militares, “colorados” y muy amigos de Bordaberry y Aparicio Méndez y que vos cuando te casaste tenías bastante adelantado el embarazo de Horacio y me parece que por eso nunca supiste o no te interesó saber que te habías casado con un tipo muy inteligente demasiado inteligente y que se merecía encontrar algo más interesante que un arado como vos porque decime el Ejército no manda a cualquiera a estudiar tecnología a Estados Unidos y fue por seis meses y los gringos se lo quedaron dos años más por algo sería pienso yo aunque ya sé que para vos eso nunca tuvo importancia vos aprovechaste ese tiempo sin papá para correrte la gran vida o quizá ya te has olvidado ahora de tus viajecitos a Buenos Aires o a Río de Janeiro y que siempre venías con alguna peste distinta o de aquella gonorrea que te pescaste que si no es por Adriana que te internó en el Clínicas te hubieras muerto como te merecías...

Visita de cinco a seis de la tarde. Horacio y Adriana, los hermanos de Ornella, no han podido venir. Su madre abre los ojos. Su mirada recorre el techo los tubos y cuando Ornella se acerca, niega con la cabeza y vuelve a dormirse. Ornella sonríe.

 ...hoy a la mañana me sorprendí hablando sola y pensé que no era raro porque con vos siempre fue inútil hablar a no ser que en la conversación fueras vos el centro de atención y a veces creo que si no me volví más loca de lo que estoy fue gracias a Adriana y sobre todo a Horacio que más que mi hermano mayor fue como un padre para mi porque yo aunque fuera chica ya sabía que papá no se podía ocupar mucho de mi porque en cuanto volvió de Estados Unidos lo ascendieron pero además se trajo la representación de un par de empresas gringas de instalaciones para hospitales y gracias a él se renovaron un montón de máquinas del Hospital Militar y mirá si será crack el tipo que él solito lo dirigió todo y salió tan bien que no parecía que hubiera sido obra de un uruguayo y de eso nadie se acuerda ahora porque parece que lo único que hizo papá fue traer las dichosas maquinitas para los manicomios de las que nadie tiene idea pero de las que hablan y hablan y resulta que todo viene porque el Ejército se las vendió a los del manicomio Vilardebó y papá hizo la gestión porque él tenía la representación y eran unas maquinitas que estaban muy bien porque se usaban cuando los loquitos se descontrolaban y en lugar de camisa de fuerza que es lo que papá te tendría que haber puesto a vos en lugar de eso a los loquitos le aplicaban la maquinita y los dejaban mansitos como gato con sueño y papá además de venderlas les enseñaba cómo tenían que usarlas para no pasarse y ahora ya ves los jueces argentinos dicen que esas maquinitas las utilizaron el Ejército y la Marina para hacer no sé qué experimentos con tipos que estaban presos y que después desaparecieron y parece que los militares chilenos y los brasileros les compraron a nuestro Ejército algunas partidas y hay denuncias de que ellos también las utilizaron para hacer experimentos con presos pero según me ha dicho Horacio resulta que papá tenía la representación de las maquinitas pero su firma no aparece en ningún documento y además en aquella época no sé si te acordarás papá ya estaba de agregado militar en Sudáfrica y allí les renovó también las máquinas de un par de hospitales y quedaron tan encantados con él que lo contrataron para lo mismo en otros países africanos Nigeria Egipto Marruecos Libia y no sé cuantos más por supuesto que también les vendió partidas de esas maquinitas o es que acaso en esos países no hay locos decime  y si después las usaron para otras cosas papá no tiene la culpa me parece a mi ¿no? pero es inútil preguntarte algo a vos porque ahora que estás así pero cuando podías hablar te callabas porque a la señora lo único que le interesaba era gastar comprarse la ropa en París o pasarse un mes en Miami la guita entraba a trojas en esta casa y vos no te privabas de nada mientras papá no hacía más que trabajar y sacrificarse por nosotros durante los dos años que estuvo en África viéndonos apenas veinte días para Navidad dos años entre aquella gente imaginate viajando de acá para allá y a vos si algo te preocupaba era saber si tenía o no tenía una negra que lo consolaba y saliste de dudas aquel 6 de enero del 77 cuando le encontraste unas fotos y descubriste que su amante era blanca, holandesa y estaba buenísima porque en todas aparecía en bolas y entonces te pusiste histérica y dijiste que no te divorciabas en ese momento por el mal que podías hacerle a tus hijos ¡mentirosa de mierda! cuando papá volvió de África y se enteró de tus historias no lo dudó ni un segundo se reunió con Horacio y Adriana y les explicó que se divorciaba de vos y se iba a vivir al barrio de oficiales ya ves prefirió irse a vivir solo que seguir con vos y me acuerdo bien que lloraste con tus lágrimas de cocodrilo porque por dentro te sentías más feliz que nunca...

Ornella comparte café con sus dos hermanos antes de que ellos vuelvan al trabajo –Horacio es médico militar y Director de Programación en el Hospital Militar y Adriana dirige una inmobiliaria en sociedad con la mujer de un capitán-. Ornella dice que el médico no es nada optimista. Horacio dice que él habla todos los días con el médico. Horacio dice que una operación de páncreas si se complica con un infarto de dos minutos sin pulso siempre tendrá mala solución. Horacio dice que todos tienen que “hacerse a la idea de que si sale con vida se quedará eternamente vegetal”. La palabra “vegetal” hace estremecer a Adriana. Ornella fuma. Apura su segundo café y dice que ella tampoco es optimista. Se despiden. Ornella entra puntual en la UVI.  Sonríe a la enfermera. Se sienta y espera.

...acabo de hablar con Horacio y Adriana y ninguno de tus tres hijos es optimista con vos el médico tampoco es optimista porque si salís de esta es para quedarte vegetal eternamente vegetal y sabés de qué me acordé del destino que vos le diste a Fede aquel monito que papá me había traído de regalo después del primer año en África vos le dijiste de todo a papá le dijiste que sólo a un desubicado como él se le podía haber ocurrido traerle un mono a la nena y Fede era como una personita y comía en mi mano y jugaba conmigo pero claro como buen mono Fede era pajero y para vos el mono era un mal ejemplo aunque en casa el único mal ejemplo siempre fuiste vos y un día me levanto y el mono ya no estaba vos me dijiste que se había escapado durante la noche ¡mentirosa de mierda! una semana después Adriana me dijo que se lo habías regalado a aquel médico amigo de papá que hacía experimentos con animales y acabó pegándose un viaje de heroína sin retorno y cada vez que recuerdo a Fede lloro como ahora y pienso que vos siempre fuiste un mala persona y sabes ¿qué? hoy me piro antes de hora porque estoy pensando que merecés quedarte para siempre como un vegetal

Diez de la mañana. Ornella observa a su alrededor. Dos camas vacías. Faltan el fumador con cáncer de pulmón y una señora que había sido atropellada por un coche. Comenta con la enfermera. La enfermera trabajó en el Hospital Militar y conoce a su hermano Horacio La enfermera dice “Se fueron en el avión de las seis de la mañana”. Sonríen.

...ayer a la tarde te dejé porque en el fondo estoy podrida de venir aquí al pedo para asistir a tu agonía infinita que es casi un adelanto de tu velorio por suerte dentro de diez días me vuelvo a Barcelona pase lo que pase porque allá sí hay gente que me quiere bien y no como vos que siempre quisiste que me casara con el hijo de algún ganadero rico que nos colocara en la “crem de la crem” uruguaya me acuerdo de aquel gordito que los viejos tenían campos en Argentina y estudiaba Económicas que me traía flores y a vos cajas y cajas de bombones y al final te lo terminaste cojiendo vos que cuando me enteré estuve riéndome un mes seguido o aquel otro Marcelo Arrigondo hijo del mayor especulador financiero a ambas orillas del Río de la Plata y que vos insististe para me lo presentaran en la fiesta de quince de Isabel Dupuy y este por suerte se dio cuenta de que a mi gustaba Isabel y se abrió enseguida porque vos nunca aceptaste que a mi no me gustaran los hombres aunque mirá yo siempre he estado de acuerdo con Horacio cuando dice que los hijos y las hijas de militares se han de casar siempre con hijos o hijas de militares porque te guste o no los militares son los únicos capaces de mantener la esencia del Uruguay y como también bien dice Horacio si no tenemos conciencia de casta o el comunismo o los argentinos o lo brasileros acabarán devorándonos

Ornella se levanta. La UVI tiene un pasillo central. Ornella recorre el pasillo central. A un lado, se encuentran las personas con pos operatorios breves y, al otro, la gente con pronósticos graves o en estado crítico, es este último sector se encuentra su madre. Las camas están separadas o bien con una cortina –como sucede con su madre- o bien con una mampara translúcida. El acceso a cada recinto siempre se hace a través de una cortina de poliéster. Ornella constata que los recintos vecinos al de su madre están vacíos. Una enfermera le hace señas de que vuelva a su sitio. Obedece. No se sienta. Durante unos minutos toma una de las manos de su madre. Acaricia aquellos dedos escuálidos mientras observa, una vez más, las mangueras con sueros, la máscara de ventilación asistida, las sondas –ya le han quitado la que drenaba la sangre de la herida de la operación- y observa todos los registros de los monitores. Suspira y deja caer aquella mano casi inerte. Niega con la cabeza  y sonríe para sí.

... pienso que esta vez la has cagado en serio porque hasta ahora lo más grosso que habías hecho había sido encamarte con el tío Eduardo el hermano menor de papá que según la tía Evelin es mi verdadero padre natural y además tu secreto mejor guardado pero esta vez has ido demasiado lejos y tu puta chifladura por adelgazar como sea y al precio que sea te ha dejado ahí postrada y vegetal porque decime ¿a quién se le ocurre si no a una boluda como vos ir y tragarse un trocito de tenia saginata, un trocito de lombriz solitaria para no engordar? y todo porque te lo había comentado una argentina que se encargaba de organizar desfiles de modelos y que “lo último” entre las modelos argentinas era tragarse un trozo de lombriz para comer y no engordar Adriana me dijo que hasta te hiciste presentar al brujo brasilero que llevaba ese asunto con las modelos argentinas pero a vos después de un tiempo se te infectó todo el aparato digestivo y te atacó el páncreas y cuando te estaban operando para sacarte el bicho tuviste un paro cardíaco de dos minutos sin pulso y aunque ayer Horacio decía jodiendo que parecés un símbolo de Uruguay con una “solitaria” de políticos devorándonos por dentro yo ahora estoy convencida que estás más loca de lo que todos se imaginan y para colmo ayer va el médico y me dice que estás peor de lo que pensaba porque te estás quedando ciega entonces pienso en realidad llevo días pensándolo que lo mejor para que te dejes de joder de una vez por todas es lo que estoy haciendo ahora primero apago el monitor de las constantes vitales para que no se alarme nadie y después te cerraré la ventilación asistida durante dos minutos sólo dos minutos y será lo mejor para vos y para todos.)

jueves, 15 de marzo de 2012

hacia la semilla del fuego


III.

La roca desnuda que traba y alza la muralla. La muralla deshabitada y sin alertas. El silencio del sol sobre la grava del camino de ronda. Los inútiles contrafuertes de la torre de la puerta Escea. Las puertas desgoznadas de la Ciudadela. La ciudad sin defensa. El ágora desierta. Los guerreros muertos. Las armas inservibles. Las casas de adobe de la ciudad pasadas a escombros. Las casas de adobe después del saqueo, el degüello y el fuego. Los cadáveres en el sitio de la última sorpresa. La sangre reseca que se agita en los remolinos de arena. El ágora desierta. Los perros que husmean las heridas de sus muertos conocidos y esperan después de aullar. Los perros que pierden la disputa con las rapaces. Los chasquidos roncos de los picos de las rapaces atragantados de vísceras. El ágora desierta.

Y siempre el viento, el viento incesante que desata el mar del Helesponto, el viento que baila, dobla y parte las ramas de los olivos, el mismo viento que brama en la brecha abierta en la muralla por donde, la noche anterior, pasaron juntos el engaño y la derrota.

Después de las llamas y antes del símbolo, la ciudad será del tiempo y no de los hombres y el olvido arruinará sus ruinas.

II.

Calcas, adivino antes que soldado, reúne a los cuarenta mejores guerreros aqueos. Después de nueve años de sitio y asedio a la ciudad y después de la muerte de Aquiles, se sabe menos fiado que temido. Antes de hablar, espera el momento en que la tarde le entrega la luz al mar y el viento del Helesponto encalma. Siempre espera ese momento.
Dice que aquella mañana ha visto a un halcón perseguir a una paloma y a la paloma refugiarse en la grieta de una roca y al halcón montar un tozudo asedio y a la paloma acomodar su espera en la grieta y al halcón simular retirada y a la paloma confiar su cuerpo al vacío y al halcón caer sobre la paloma y estremecer el aire con su garra precisa.Ulises sonríe. Esa misma noche se reúne con Epeo, el feocio, el mejor carpintero de ribera de la flota griega. A la mañana siguiente, Epeo, en cuclillas, habla mientras dibuja su idea sobre la arena. Ulises, Menelao y Diomedes, de pie, intentan entender. Les seduce la estrategia, pero desconfían de la madera para construir el ingenio que propone Epeo. Sin embargo, esa misma mañana, Ulises ordena la primera tala de abetos en la ladera oeste del monte Ida.

Cuando el ingenio de madera completó su forma de caballo y pudieron acomodarse en el interior los mejores cuarenta guerreros aqueos, Calcas escribió en una tablilla: regresamos a nuestros hogares y con la esperanza de una segura travesía, los griegos dejamos esta ofrenda a Atenea. Puso la tablilla entre las patas del caballo y después se coló dentro.

La flota griega falseó el horizonte del Egeo hasta Tenedos. Los de la ciudad, temerosos de la cólera de Atenea, abrieron una brecha en la muralla y entraron al gigante de madera. Los de la ciudad festejaron hasta ahogar en vino a Dioniso. Los de la ciudad, antes del amanecer, conocieron el regreso de los griegos, las llamas y la sorpresa de la muerte.

I.

Ocho meses cumplidos de embarazo. Dolor de cintura y de ingles. Los tobillos hinchados. Camina por la playa. Todas las tardes camina por la playa. El viento ha encalmado, pero el mar continúa crestado y alto. La línea de azafrán del Egeo, poco a poco, muda a violeta. Camina. La arena tibia entre los dedos de los pies. Los graznidos de las gaviotas sobre su cabeza. Se inquieta. Se vuelve. Las sirvientas la siguen a escasos metros. Camina. Observa cuatro gaviotas disputándose la carroña de un inmenso rape negro. El pico de una gaviota hurgando la cabeza podrida del pez. Se estremece. Decide regresar antes de completar su paseo diario. Camina. Las sirvientas la ayudan a tenderse sobre unas angarillas que levantan cuatro esclavos. Quiere borrar lo que acaba de ver, pero sabe que será imposible. Ya teme la noche que se aproxima. Teme lo que cada noche se repite desde que su vientre comenzó a crecer
el sueño inmóvil el mismo sueño que cada noche te tira de las manos y te asoma al abismo y las contracciones se encadenan en un eterno presente y te retuerces porque conoces ese dolor y te retuerces porque ese dolor te hurta el aliento y gritas sabes que gritas pero ya no te oyes y sientes que desde dentro de ti se abren paso unos pies que tu aún no ves pero te lo anuncia con la sonrisa torva la comadrona que había sido tu nodriza y que murió poco después del parto de Héctor y te muestra los pies y las nalgas arrancadas del cuerpo y te los agita sobre tus ojos y tus pechos y quieres taparte el rostro para no verlo pero te han encadenado a una mesa de mármol y ella la comadrona que lleva cinco años muerta te abofetea la cara y te escupe mientras te grita que empujes que has de acabar de parir y entonces te muestra un torso que es un amasijo de vísceras y en el lugar de la cabeza hay una antorcha que se enciende con tu sangre y arde primero el palacio con Príamo dentro y arde la Ciudadela y las llamas ganan la ciudad y tu estas sola encadenada aún a la mesa de mármol y oyes los graznidos de cuatro gaviotas que te sobrevuelan mientras otras cuatro te picotean los pies y las manos y en ese momento te despiertas te sientas en el borde del lecho y descubres el espanto en la cara de las dos esclavas que velan tu sueñoLos adivinos de Palacio hace tiempo que han interpretado el sueño que cada noche se le repite a Hécuba: parirá un niño que será el culpable de la destrucción total de Troya. Han aconsejado a Príamo, rey y marido de Hécuba, que mate al niño en cuanto nazca. Príamo ha decidido que el niño será abandonado en el monte Ida.

Ella hace días que intenta imaginar la ciudad destruida y arrasada por las llamas y un temblor le recorre el espinazo. Y es mayor su desasosiego cuando imagina todo lo que antes diezmará la guerra. Nadie conoce las formas del horror, se dice, nadie, hasta que unos hombres deciden qué hacer con la agonía y la muerte de los otros.

Hécuba acaricia el bulto de su vientre. Sabe que los Dioses han decidido ajustar cuentas en su cuerpo y la han condenado a engendrar las semillas del fuego. Hécuba acaricia el bulto de su vientre. Supone que el parto no será fácil y que nunca volverá a ver al niño. Aún así, hace tiempo que lo llama Paris, en secreto.

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viernes, 4 de noviembre de 2011

WHERE IS THE BALL


Acaba de zamparse una paella, dos flanes con nata y una jarra de sangría, repantigado en la silla de una terraza de La Rambla, Gregor McGregor fuma y sonríe. Le atrae y le inquieta esa riada de gente sin prisa, los cruces de miradas, los gestos y las muecas que atan palabras que oye y desconoce. El bullicio le trae, le deja, se lleva y le vuelve a traer una cantinela que es inglés, pero no es inglés. Música de fondo. Sonríe. Enciende otro cigarrillo y su mirada, entre toda aquella indolente sucesión de pasos, fisgonea la multitud de zapatos, zapatillas, sandalias y chanclas que muestran y ocultan las baldosas que pisan. Pies planos, pies cavos, pies de pato, pies de Charlot, pies que tuercen hacia fuera y hacia adentro. El andar que se desgarba sobre tacones de más de veinte centímetros.(usted siempre ha pensado que calzarse y descalzarse es parte de un ritual que automatizó la costumbre pero que diariamente desnuda la conciencia del equilibrio usted que se dedica a vender zapatos porque así lo dispuso su padre hace casi treinta años piensa aún piensa que lo ideal es andar descalzo)Y nuevamente la cantinela en inglés, como una machacona tornada que le recordara quién es o como se llama. Su mirada vuelve a reptar entre los pasos. Descubre, entonces, en medio de La Rambla a un hombre en cuclillas que mueve, con sus manos y a gran velocidad, tres cajitas de madera sobre un trozo de hule.( al fin da con el autor de unas palabras que aún no sabe si le divierten o le turban where is the bol one two three four five where is the bol first time is free where is the bol where is the bol).Gregor Mc Gregor paga la cuenta del restaurante y se aproxima al corro que rodea al hombre en cuclillas. Le observa las manos. Son veloces pero torpes. El juego consiste en apostar 50 euros a la cajita que oculta una bola diminuta. No es difícil advertir enseguida el engaño o la labor de captura de los cinco compinches del hombre en cuclillas.(y usted piensa hace tiempo que lo piensa que aquello que no es del tiempo siempre será del azar piensa que la bola y la trampa la cantinela en inglés y la tentación conocida de jugar por jugar el dinero que tira de sus manos y la mano firme que le sujeta y le sonríe y le invita a probar y su resistencia amable pero igual de firme y hasta la escala de diez horas en el puerto de Barcelona del crucero en el que espera pasarse“dos fantásticas semanas en el Mediterráneo” piensa que todo es parte de la misma moneda que se reparten el tiempo y el azar).
Gregor Mc Gregor siente una punzada en la boca del estómago que asciende como una serpiente hacia el centro de su cabeza. Teme y espera el vómito. Camina hacia el puerto El suelo se vuelve menos seguro bajo sus pies. Deja La Rambla y cambia de acera. Busca un sitio donde sentarse. Se deja caer en un largo banco de cemento, delante de la iglesia de Santa Mónica. Recupera el aliento. Suda. Empapa la camisa y parte del pantalón. El sopor le ablanda los tobillos, las rodillas y los párpados. Se tiende sobre el banco de cemento. Tiende su metro noventa y sus ciento treinta kilos sobre el banco de cemento y comienza a dormir. Se duerme bajo el sol de agosto. Bajo el sol de las tres de la tarde de agosto duerme una siesta plácida y profunda. Gregor Mc Gregor da una media vuelta sobre sí mismo y cae sobre el lecho de baldosas. Su cuerpo rebota y con ese golpe se le va la memoria, pero no la conciencia
( y usted olvida que es de St Paul Minesota olvida el nombre de su único hermano cinco años mayor que usted olvida que ambos heredaron de su padre la Mc Gregor Shoes la gran cadena zapaterías de Minesota olvida el nombre de su padre y de su abuelo zapatero de los jankees durante la guerra olvida el nombre de su madre que cuando murió hubiera querido morir con ella porque el odio a su padre era tan grande como el abismo de soledad que los separaba olvida la noche en que coincidieron en casa de Marjorie aquella puta vieja que tenía las mejores vietnamitas, las mejores mejicanas y las mejores ucranianas del mundo y olvida la sonrisa y la mano de su padre en el hombro y usted que calla porque aquello lo absuelve para siempre aunque la verdad fuera otra olvida sus escapadas a Atlantic City donde ganaba tanto como perdía porque lo suyo siempre fue perder olvida el nombre de Katie la hija del mayor enemigo de su padre con la que estuvo liado un par de años hasta que ella le anunció que esperaba un hijo suyo y también la fecha de su boda con el novio formal de toda la vida olvida la cadena de borracheras que se sucedieron después de aquello olvida que le vendió su parte de la empresa a su hermano olvida los meses que pasó en Irlanda buscando quién diera fe de los antepasados de su madre olvida el horror que le produjo lo que averiguó y que hubiera deseado continuar ignorando olvida que para olvidar aquello decidió pasar “dos fantásticas semanas por el Mediterráneo” a bordo del Liberty of the Seas y olvida que ya en la primera escala en Lisboa hubiera preferido dejarlo todo y quedarse a merced del azar en aquella ciudad extraña pero le ganó el pavor de sólo imaginar lo que le esperaba a su soledad y corrió a reencontrase con la molicie casi uterina de la rutina del crucero y usted olvida que disponía de diez horas para visitar Barcelona).Gregor McGregor sabe cómo se llama, pero no recuerda quién es. Gregor McGregor intenta reconocerse en el pasaporte, pero desiste. Se empeña en contar los billetes ordenados en su cartera aunque no sepa su valor, como tampoco sabe para qué sirven aquellas tarjetas de plástico. Lo devuelve todo al bolsillo derecho de su pantalón y comienza a hamacarse de izquierda a derecha. Así pasará algunas horas, tarareando una cancioncilla irlandesa que le cantaba su madre cuando era pequeño. Apenas apuntada la noche, se le acercará, primero, el cura de la iglesia de Santa Mónica ofreciéndole una ayuda que él rechazará, después la Guardia Urbana que al ver el pasaporte se ahorrará preguntas y, finalmente, el trilero –“el hombre en cuclillas”- y sus compinches –tres albaneses, dos españoles y una puta italiana-. Pasará en el piso de ellos aquella noche y las noches de los seis meses siguientes. Aprenderá palabras en castellano, en albanés y en italiano. Hará de gancho y de campana. Lo detendrá la policía infinidad de veces y siempre lo dejará en libertad después de comprobar su pasaporte. Durante seis meses intentará vivir con la memoria que le prestan los otros. Todo sucederá en un inacabable presente hasta el día en que Petro –ex policía albanés, ex mercenario en Kosobo-, borracho de pacharán, le presente a Sandra. Casi tan alta como él, grandes pechos de silicona, pómulos de colágeno, cejas y labios pasados por botox, maquillaje de rebozo y espátula. Manos enormes y el andar torpe con unos zapatos del cuarenta y cuatro sobre tacones de quince centímetros. La voz grave mal disimulada. Mirada violenta, encanallada y triste. Cuando la vio desnuda supo que Sandra no era Sandra. “Nadie es perfecto”, recordó, mientras se dejaba sorprender por las manos de ella.

(después de pasar tres días y tres noches seguidas con Sandra usted volvió a saber quién era volvió a encontrarse con su memoria aquella que olvidara el día de su caída del banco de cemento y pensó o quiso pensar que no sería fácil convivir con dos memorias la que lo devolvía a su soledad en Minesota y la del personaje que había sido hasta entonces en Barcelona y echó cuentas porque tampoco le había ido tan mal durante aquellos meses pasados en el olvido y pensó sólo una vez lo pensó que no el tiempo sino el azar lo había llevado hasta allí y que todo estaba bien como estaba porque había decidido ser uno más entre todos aquellos)

Aquella mañana del primer sábado de febrero, Gregor McGregor, después de compartir café y aguardiente con los otros trileros, se hace con el trozo de hule y pide las cajitas de madera y la bola. Se pone en cuclillas en medio de La Rambla y comienza a mover sus manos, con más destreza que rapidez,mientras oye como si fuera el eco de otra voz: where is the ball.

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