Los héroes suelen ser seres planos. Les basta con la gesta o
la hazaña para justificarse. La fuerza tiene celebración fácil. Lo saben. Su
inteligencia no va más allá de la astucia –única virtud del ingenio- y por ello
cuentan con el tributo de la envidia ajena.
En Teseo, hay algo de esto, pero hay más. Contrariamente a
Heracles que es dorio y terrestre, Teseo es jonio, marítimo, contradictorio y
oscuro hasta la traición. Posee narratividad y condición trágica. Es verosímil.
Deviene en político capaz de iniciar la “federalización del Ática” o ser
soldado de primera línea durante la batalla de Maratón.
Con dieciséis años, Teseo deja la casa materna de Trecén
para encaminarse hacia Atenas, pero antes recupera el par de sandalias y la
espada que su padre Egeo escondiera detrás de una gran roca. Se dirige hacia
Atenas, pero no por mar, sino a través del istmo de Corinto, plagado de
bandidos y monstruos. Eliminará sucesivamente a Perifetes, Sinis, Escirón,
Cerción, Procustes y a la Cerda Cromio. Su modelo es Heracles. Es un jonio,
pero forjara su gesta como un dorio. La contradicción marca y traza al
personaje en el héroe.
En Atenas, degüella con su espada al Toro de Maratón y Egeo
reconocerá a su hijo en aquella espada. Teseo aspira al trono de su padre.
Primero se deshace de los Palántides, sus primos y competidores y después se
ganará el favor del pueblo y la admiración de Egeo.
Creta es el otro escenario de su gesta. Mata al Minotauro.
Sale del Laberinto gracias al hilo enamorado de Ariadna y derrota a Minos militarmente
y simbólicamente. Sin embargo, de regreso a Atenas, ocurren dos hechos oscuros,
primero abandona a Ariadna en Naxos y después olvida cambiar, en su nave, velas
negras por velas blancas, tal como le prometiera a su padre si volvía sano y
salvo. Las velas negras provocarán el suicidio marino de Egeo. Las versiones
sobre el abandono de Ariadna son múltiples, pero casi todas disfrazan la
traición de Teseo. Parece menor, pero no lo es el asunto del olvido de las
velas porque pienso que tanto uno como otro son parte de una misma traición.
Teseo quiere el poder en el Ática como premio a su hazaña en Creta, pero lo
sujetan dos deudas, una, evidente, con Ariadna –sin ella no podría haber salido
nunca del Laberinto-, la otra resulta del compromiso con su padre. Si la
presencia de Ariadna desjerarquiza su hazaña, la presencia del padre le impide
hacerse con el poder. La traición salda limpiamente los dos conflictos y,
paradojicamente, Teseo adquiere su mayor verosimilitud. La ruindad humaniza al
personaje. El héroe se politiza y redobla el poder que detentara su padre Egeo:
unificará y federalizará el Ática.
Tanto con Antíope, la amazona, con Hipólito el hijo de ésta,
con Fedra –hermana de Ariadna!!- o con su amado Piritoo, con el cual comparte
el secuestro de la Helena púber, con todos, mantendrá una relación
contradictoria y a todos, en mayor o menor medida, acabará traicionando, a
veces, amablemente. A través de la traición, Teseo preserva al héroe.
Atardece. Teseo sale a la puerta de su palacio. Junto a una
de las columnas, observa a un hombre mayor. El bastón del otro le indica que es
un ciego, su voz y su retórica le confirman que además es noble. Hablan. El
otro ha matado al padre, ha yacido con la madre y ha sido desterrado de Tebas.
Al final, el otro dice con amargura su propio nombre y Teseo le mira los pies.
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