a Misty
Ella se puso delante de usted mientras el metro entraba en Liceu. Pinta de guiri, buen culo y la cartera en el bolsillo trasero clamando hurto sin violencia. Fue fácil. Dos dedos en pinza, grúa y adiós. Las puertas tardaron en abrirse, usted maldijo y ella se volvió. Sonrisa de diosa pagana. Un temblor le recorrió el espinazo recordándole monos pasados y olvidados. Cuando quiso reponerse de aquella mirada, ella había desaparecido en el gentío.
El botín: cinco euros, DNI de Katharine Werfel, un folleto del Gimnás Raval y un papel con direcciones. Aunque usted siempre se deshace de las cartera robadas, ésta decidió quedársela. Necesitaba encontrarla.
Ni en el gimnasio, santuario del breakdance, ni en las direcciones, todas casas okupadas, le dieron novedad de ella. El golpe bajo vino del consulado alemán: el año anterior, el metro había arrollado a Katharine Werfel.
Buscar el olvido no fue fácil.
Hace dos días, en Sants y en hora punta, las puertas del metro tardaron en abrirse. Dos manos se sujetaron a su cintura. Se volvió. Reconoció su mirada y su sonrisa y, otra vez, la perdió en el gentío. Inmediatamente se palpó el bolsillo, ya no tenía su cartera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario