viernes, 19 de junio de 2009

VUELOS DE CARGA Y DESCARGA


La descarga tenía que ser rápida. Llegar al punto de coordenadas. Compuertas abiertas durante tres minutos y vuelta a la base. Era un extra que se cobraba inmediatamente y en verde. Todo limpio y perfecto, pero estaba Neubacher, un cura impuesto por Capellanía de Marina para “asistencia espiritual” y que no caía bien a nadie. Él se limitaba a cumplir las órdenes de rutina. En cuanto el Electra se alejaba del Río de la Plata, abandonaba la cabina y pasaba a la bodega para “pedir a Dios por los condenados”. Regresaba al cabo de diez minutos y su “Ya está” ponía nerviosos a todos. Muy a su pesar, les recordaba que la “carga” tenía cara y ojos como ellos. Sin embargo, el rechazo de los oficiales a Neubacher no era por asuntos de conciencia, sino por su costumbre de pedirles “compensaciones pastorales” después de cada vuelo. Sabían que era una práctica de algunos curas con los Grupos de Tareas, pero “un oficial de la Armada Argentina” no merecía semejante chantaje.

Una noche de julio del 78, cuando Neubacher pasó a bodega “a rezar”, el comandante del Electra anunció al resto de la tripulación que, a partir del siguiente vuelo, los acompañaría un médico, “por si se revira la carga”. Después, tiró lentamente de la palanca de apertura de compuertas
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2 comentarios:

Silvia Castro dijo...

Genial, Topo, muy muy bueno!
Besos con Paracetamol

Sil

olga dijo...

Corto, descarnado,casi rutinario ritual de los "señores de la muerte".
MUY BUENO, HERMANO