materia, confección y
resultados:
la pasta de papel como materia
prima acostumbra a tener un perfil bajo, llega hasta la artesanía y no tiene
retorno,
lo “naif” suele trazar el
recorrido estético de la pasta de papel, tanto por el tipo de pintura que
soporta –témperas, acrílico, barniz...-, como por los colores –casi siempre
primarios- como por el resultado final ligado a la utilidad popular: títeres,
marionetas, cabezudos, “falles valencianes”...
cuando la pasta de papel aparece
en el arte, concretamente en la escultura, supone por parte del artista una
apuesta transgresora de ejecución y exposición: la pasta de papel
desjerarquiza, pero no cancela la relación de conflicto que la escultura
establece con el espacio, no tiene sin embargo, ni el empaque ni el vuelo
retórico de la piedra, el mármol, el hierro, el bronce, el acero inoxidable o
la madera; donde estos materiales interrogan e interpretan la realidad,
elaboran un discurso o ironizan aquello en lo que intervienen, la pasta de
papel sólo “bufonea” aquello que la frontera
“naif” le permite...
un mérito de ejecución hay que
reconocerle a Inés Doujak, la pasta de papel plantea más de una dificultad en
el cálculo de peso y volumen cuando la escultura adquiere cierta dimensión
y envergadura: ensamblar y equilibrar
los tres personajes no ha sido fácil... el resultado estético ya es harina de
otro costal.
la alegoría, la ideología y
el amontonamiento sadiano
más allá de las consideraciones
retóricas de alegoría –recomiendo consultar Retórica General del Grupo
mi o Grupo de Lieja-, me
interesa señalar su sustrato ideológico que, como hija de la parábola
cristiana, persigue siempre dejar establecida una pauta moral: la alegoría se aleja tanto del discurso como se
aproxima al sermón, aunque sea laico, como en este caso.
la obra de Inés Doujak pone en
relación cuatro elementos que, gracias al pacto estético, devienen en alegoría:
un suelo de cascos nazis sobre el cual aparece a cuatro patas el penúltimo rey
Borbón cabalgado por Domitila Barrios de Chúngara, dirigente popular y
feminista boliviana que, a su vez, sería penetrada por un lobo en posición
erecta, aunque ningún cánido –lobo o perro-
se une sexualmente en dicha posición; ahora bien, sólo el Borbón se
comporta como un verdadero perro: está a cuatro patas y vomita mientras ingiere
unas hierbas, es decir, se “purga” de alguna mala digestión sobre la base de
cascos nazis agujereados.
la alegoría quedaría más o menos
como sigue:
el soberano
real>pueblo>mujer>nación oprimida: Domitila,
soberano
formal>caída-derrota>perro>el Borbón
la bestia>posición
erecta>sexo>lobo
la Bestia acaba siempre
sometiendo a los soberanos y la Bestia nos remite al Leviatán “hobbesiano”, el
sermón laico ya tiene su pauta moral pequeñoburguesa: hagas lo que hagas la
Bestia es inevitable, por lo tanto, bufonea sin hacer el bufón y no provoques a
la Bestia...
Sade amontona cuerpos, le
interesa más la anatomía que el sexo, el placer está antes en el castigo que en
Eros, Sade es un aristócrata ofendido que moraliza con el disfraz del
escándalo; en la obra de Inés Doujak aparece este amontonamiento estático, se
busca epatar, pero la acción ha de quedar congelada, no puede ir más allá de la
pasta de papel, la dinámica esta reñida con la moral, la alegoría y el sermón
agradecen el amontonamiento
...y para acabar
prefiero el escarnio y la sátira del bufón que casi siempre es
víctima del Poder y a la Bestia me interesa
citarla en la lucha de clases, sin dejarle ni un milímetro, ni un
segundo de ventaja, lo demás, lo demás son zarandajas pequeñoburguesas
no me gusta Sade, me aburre, el
erotismo no sólo está en la Mitología Griega o en el Satiricón, está en un
contemporáneo de Sade: el gran Retif de la Brettone, está en Pierre Louÿs o en
Manuel de Pedrolo...
no me interesan ni la moral, ni
la crítica constructiva, ni las alegorías ni tonterías por el estilo, me
interesa el fluir contradictorio del discurso tal como lo entendía Heráclito,
me interesa la dialéctica como la entendía Hegel y después Marx y me interesa,
por supuesto, la crítica dialéctica...
ya... y no me interesa nada, pero
nada la obra de Inés Doujak, más allá de haber servido para precipitar la caída
de un melifluo incapaz como Bertomeu Marí, ex director del MACBA.
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