jueves, 15 de marzo de 2012

hacia la semilla del fuego


III.

La roca desnuda que traba y alza la muralla. La muralla deshabitada y sin alertas. El silencio del sol sobre la grava del camino de ronda. Los inútiles contrafuertes de la torre de la puerta Escea. Las puertas desgoznadas de la Ciudadela. La ciudad sin defensa. El ágora desierta. Los guerreros muertos. Las armas inservibles. Las casas de adobe de la ciudad pasadas a escombros. Las casas de adobe después del saqueo, el degüello y el fuego. Los cadáveres en el sitio de la última sorpresa. La sangre reseca que se agita en los remolinos de arena. El ágora desierta. Los perros que husmean las heridas de sus muertos conocidos y esperan después de aullar. Los perros que pierden la disputa con las rapaces. Los chasquidos roncos de los picos de las rapaces atragantados de vísceras. El ágora desierta.

Y siempre el viento, el viento incesante que desata el mar del Helesponto, el viento que baila, dobla y parte las ramas de los olivos, el mismo viento que brama en la brecha abierta en la muralla por donde, la noche anterior, pasaron juntos el engaño y la derrota.

Después de las llamas y antes del símbolo, la ciudad será del tiempo y no de los hombres y el olvido arruinará sus ruinas.

II.

Calcas, adivino antes que soldado, reúne a los cuarenta mejores guerreros aqueos. Después de nueve años de sitio y asedio a la ciudad y después de la muerte de Aquiles, se sabe menos fiado que temido. Antes de hablar, espera el momento en que la tarde le entrega la luz al mar y el viento del Helesponto encalma. Siempre espera ese momento.
Dice que aquella mañana ha visto a un halcón perseguir a una paloma y a la paloma refugiarse en la grieta de una roca y al halcón montar un tozudo asedio y a la paloma acomodar su espera en la grieta y al halcón simular retirada y a la paloma confiar su cuerpo al vacío y al halcón caer sobre la paloma y estremecer el aire con su garra precisa.Ulises sonríe. Esa misma noche se reúne con Epeo, el feocio, el mejor carpintero de ribera de la flota griega. A la mañana siguiente, Epeo, en cuclillas, habla mientras dibuja su idea sobre la arena. Ulises, Menelao y Diomedes, de pie, intentan entender. Les seduce la estrategia, pero desconfían de la madera para construir el ingenio que propone Epeo. Sin embargo, esa misma mañana, Ulises ordena la primera tala de abetos en la ladera oeste del monte Ida.

Cuando el ingenio de madera completó su forma de caballo y pudieron acomodarse en el interior los mejores cuarenta guerreros aqueos, Calcas escribió en una tablilla: regresamos a nuestros hogares y con la esperanza de una segura travesía, los griegos dejamos esta ofrenda a Atenea. Puso la tablilla entre las patas del caballo y después se coló dentro.

La flota griega falseó el horizonte del Egeo hasta Tenedos. Los de la ciudad, temerosos de la cólera de Atenea, abrieron una brecha en la muralla y entraron al gigante de madera. Los de la ciudad festejaron hasta ahogar en vino a Dioniso. Los de la ciudad, antes del amanecer, conocieron el regreso de los griegos, las llamas y la sorpresa de la muerte.

I.

Ocho meses cumplidos de embarazo. Dolor de cintura y de ingles. Los tobillos hinchados. Camina por la playa. Todas las tardes camina por la playa. El viento ha encalmado, pero el mar continúa crestado y alto. La línea de azafrán del Egeo, poco a poco, muda a violeta. Camina. La arena tibia entre los dedos de los pies. Los graznidos de las gaviotas sobre su cabeza. Se inquieta. Se vuelve. Las sirvientas la siguen a escasos metros. Camina. Observa cuatro gaviotas disputándose la carroña de un inmenso rape negro. El pico de una gaviota hurgando la cabeza podrida del pez. Se estremece. Decide regresar antes de completar su paseo diario. Camina. Las sirvientas la ayudan a tenderse sobre unas angarillas que levantan cuatro esclavos. Quiere borrar lo que acaba de ver, pero sabe que será imposible. Ya teme la noche que se aproxima. Teme lo que cada noche se repite desde que su vientre comenzó a crecer
el sueño inmóvil el mismo sueño que cada noche te tira de las manos y te asoma al abismo y las contracciones se encadenan en un eterno presente y te retuerces porque conoces ese dolor y te retuerces porque ese dolor te hurta el aliento y gritas sabes que gritas pero ya no te oyes y sientes que desde dentro de ti se abren paso unos pies que tu aún no ves pero te lo anuncia con la sonrisa torva la comadrona que había sido tu nodriza y que murió poco después del parto de Héctor y te muestra los pies y las nalgas arrancadas del cuerpo y te los agita sobre tus ojos y tus pechos y quieres taparte el rostro para no verlo pero te han encadenado a una mesa de mármol y ella la comadrona que lleva cinco años muerta te abofetea la cara y te escupe mientras te grita que empujes que has de acabar de parir y entonces te muestra un torso que es un amasijo de vísceras y en el lugar de la cabeza hay una antorcha que se enciende con tu sangre y arde primero el palacio con Príamo dentro y arde la Ciudadela y las llamas ganan la ciudad y tu estas sola encadenada aún a la mesa de mármol y oyes los graznidos de cuatro gaviotas que te sobrevuelan mientras otras cuatro te picotean los pies y las manos y en ese momento te despiertas te sientas en el borde del lecho y descubres el espanto en la cara de las dos esclavas que velan tu sueñoLos adivinos de Palacio hace tiempo que han interpretado el sueño que cada noche se le repite a Hécuba: parirá un niño que será el culpable de la destrucción total de Troya. Han aconsejado a Príamo, rey y marido de Hécuba, que mate al niño en cuanto nazca. Príamo ha decidido que el niño será abandonado en el monte Ida.

Ella hace días que intenta imaginar la ciudad destruida y arrasada por las llamas y un temblor le recorre el espinazo. Y es mayor su desasosiego cuando imagina todo lo que antes diezmará la guerra. Nadie conoce las formas del horror, se dice, nadie, hasta que unos hombres deciden qué hacer con la agonía y la muerte de los otros.

Hécuba acaricia el bulto de su vientre. Sabe que los Dioses han decidido ajustar cuentas en su cuerpo y la han condenado a engendrar las semillas del fuego. Hécuba acaricia el bulto de su vientre. Supone que el parto no será fácil y que nunca volverá a ver al niño. Aún así, hace tiempo que lo llama Paris, en secreto.

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9 comentarios:

Pedro Sánchez Negreira dijo...

¡Aplausos, Hugo! Me parece una pieza magistral. Con una prosa limítrofe entre la narración y la poesía, derrochando imagens, creas una historia muy visual.

Un abrazo admirado.

hugo dijo...

Hola Pedro:

gracias por tus palabras -reconozco que estoy en deuda contigo, espero pasar por tu casa hoy a la tarde-
Sí, de eso se trata, de llevar la prosa más o menos poética a las puertas de la narración y exigirle a la narración bordear la pauta poética
gracias por haberlo visto tan bien

salut

Francesc Cornadó dijo...

Hugo, es un texto magnífico, te felicito. Por el ritmo que tiene y por el dibujo de las imágenes, está claro que se trata de una prosa poética de gran calidad.
Salud.
Francesc Cornadó

AGUS dijo...

Cierto, el lirismo impregna una prosa que avanza, pero no al mismo tiempo que la narración, como si ésta fuera a un tiempo - o destiempo - distinto. Y es aquí, cuando la prosa se queda atrás, cuando aparece la poesía. Quizás, como esa "última suerte" de la que hablas, como aquello que queda después de todo, de la tierra devastada, en el "ágora vacía".

Me encantó, Hugo. Volveré a leerlo. Enhorabuena.

Abrazos.

Elysa dijo...

No soy una entendida, Hugo, solo puedo hablar de lo que me gusta o no en base a las emociones que me provoca, en este caso lo leí la primera vez y llegue a final casi sin aliento, deseando saber y a la vez que no termine. Después lo he vuelto a leer y no me ha sonado a repetido a ya leído al contrario ha vuelto a maravillarme de nuevo.

Besitos

hugo dijo...

Hola Francesc:

perdón por responderte tan tarde, sólo agradecer tus palabras que considero doblemente elogiosas porque provienen de un poeta como tú y para mi son un lujo.
salut

hugo dijo...

Hola Agus:

perdón por responderte tan tarde, sólo decirte que aciertas plenamente con esa observación de que la prosa no avanza al mismo tiempo que la narración, gracias por pasarte por aquí,

salut

hugo dijo...

Hola Elysa:

perdón por responterte tan tarde y gracias por haberme obsequiado con el tiempo extra de una relectura, no te puedes imaginar lo que uno agradece actitudes´como la tuya.

salut

Rosana dijo...

Reescritura mitológica con gusto, estilo y enjundia.

Y creo yo que quieres traerla también por lo que ocurre en la actualidad. Los ciclos se repiten

Abrazo