viernes, 4 de noviembre de 2011

WHERE IS THE BALL


Acaba de zamparse una paella, dos flanes con nata y una jarra de sangría, repantigado en la silla de una terraza de La Rambla, Gregor McGregor fuma y sonríe. Le atrae y le inquieta esa riada de gente sin prisa, los cruces de miradas, los gestos y las muecas que atan palabras que oye y desconoce. El bullicio le trae, le deja, se lleva y le vuelve a traer una cantinela que es inglés, pero no es inglés. Música de fondo. Sonríe. Enciende otro cigarrillo y su mirada, entre toda aquella indolente sucesión de pasos, fisgonea la multitud de zapatos, zapatillas, sandalias y chanclas que muestran y ocultan las baldosas que pisan. Pies planos, pies cavos, pies de pato, pies de Charlot, pies que tuercen hacia fuera y hacia adentro. El andar que se desgarba sobre tacones de más de veinte centímetros.(usted siempre ha pensado que calzarse y descalzarse es parte de un ritual que automatizó la costumbre pero que diariamente desnuda la conciencia del equilibrio usted que se dedica a vender zapatos porque así lo dispuso su padre hace casi treinta años piensa aún piensa que lo ideal es andar descalzo)Y nuevamente la cantinela en inglés, como una machacona tornada que le recordara quién es o como se llama. Su mirada vuelve a reptar entre los pasos. Descubre, entonces, en medio de La Rambla a un hombre en cuclillas que mueve, con sus manos y a gran velocidad, tres cajitas de madera sobre un trozo de hule.( al fin da con el autor de unas palabras que aún no sabe si le divierten o le turban where is the bol one two three four five where is the bol first time is free where is the bol where is the bol).Gregor Mc Gregor paga la cuenta del restaurante y se aproxima al corro que rodea al hombre en cuclillas. Le observa las manos. Son veloces pero torpes. El juego consiste en apostar 50 euros a la cajita que oculta una bola diminuta. No es difícil advertir enseguida el engaño o la labor de captura de los cinco compinches del hombre en cuclillas.(y usted piensa hace tiempo que lo piensa que aquello que no es del tiempo siempre será del azar piensa que la bola y la trampa la cantinela en inglés y la tentación conocida de jugar por jugar el dinero que tira de sus manos y la mano firme que le sujeta y le sonríe y le invita a probar y su resistencia amable pero igual de firme y hasta la escala de diez horas en el puerto de Barcelona del crucero en el que espera pasarse“dos fantásticas semanas en el Mediterráneo” piensa que todo es parte de la misma moneda que se reparten el tiempo y el azar).
Gregor Mc Gregor siente una punzada en la boca del estómago que asciende como una serpiente hacia el centro de su cabeza. Teme y espera el vómito. Camina hacia el puerto El suelo se vuelve menos seguro bajo sus pies. Deja La Rambla y cambia de acera. Busca un sitio donde sentarse. Se deja caer en un largo banco de cemento, delante de la iglesia de Santa Mónica. Recupera el aliento. Suda. Empapa la camisa y parte del pantalón. El sopor le ablanda los tobillos, las rodillas y los párpados. Se tiende sobre el banco de cemento. Tiende su metro noventa y sus ciento treinta kilos sobre el banco de cemento y comienza a dormir. Se duerme bajo el sol de agosto. Bajo el sol de las tres de la tarde de agosto duerme una siesta plácida y profunda. Gregor Mc Gregor da una media vuelta sobre sí mismo y cae sobre el lecho de baldosas. Su cuerpo rebota y con ese golpe se le va la memoria, pero no la conciencia
( y usted olvida que es de St Paul Minesota olvida el nombre de su único hermano cinco años mayor que usted olvida que ambos heredaron de su padre la Mc Gregor Shoes la gran cadena zapaterías de Minesota olvida el nombre de su padre y de su abuelo zapatero de los jankees durante la guerra olvida el nombre de su madre que cuando murió hubiera querido morir con ella porque el odio a su padre era tan grande como el abismo de soledad que los separaba olvida la noche en que coincidieron en casa de Marjorie aquella puta vieja que tenía las mejores vietnamitas, las mejores mejicanas y las mejores ucranianas del mundo y olvida la sonrisa y la mano de su padre en el hombro y usted que calla porque aquello lo absuelve para siempre aunque la verdad fuera otra olvida sus escapadas a Atlantic City donde ganaba tanto como perdía porque lo suyo siempre fue perder olvida el nombre de Katie la hija del mayor enemigo de su padre con la que estuvo liado un par de años hasta que ella le anunció que esperaba un hijo suyo y también la fecha de su boda con el novio formal de toda la vida olvida la cadena de borracheras que se sucedieron después de aquello olvida que le vendió su parte de la empresa a su hermano olvida los meses que pasó en Irlanda buscando quién diera fe de los antepasados de su madre olvida el horror que le produjo lo que averiguó y que hubiera deseado continuar ignorando olvida que para olvidar aquello decidió pasar “dos fantásticas semanas por el Mediterráneo” a bordo del Liberty of the Seas y olvida que ya en la primera escala en Lisboa hubiera preferido dejarlo todo y quedarse a merced del azar en aquella ciudad extraña pero le ganó el pavor de sólo imaginar lo que le esperaba a su soledad y corrió a reencontrase con la molicie casi uterina de la rutina del crucero y usted olvida que disponía de diez horas para visitar Barcelona).Gregor McGregor sabe cómo se llama, pero no recuerda quién es. Gregor McGregor intenta reconocerse en el pasaporte, pero desiste. Se empeña en contar los billetes ordenados en su cartera aunque no sepa su valor, como tampoco sabe para qué sirven aquellas tarjetas de plástico. Lo devuelve todo al bolsillo derecho de su pantalón y comienza a hamacarse de izquierda a derecha. Así pasará algunas horas, tarareando una cancioncilla irlandesa que le cantaba su madre cuando era pequeño. Apenas apuntada la noche, se le acercará, primero, el cura de la iglesia de Santa Mónica ofreciéndole una ayuda que él rechazará, después la Guardia Urbana que al ver el pasaporte se ahorrará preguntas y, finalmente, el trilero –“el hombre en cuclillas”- y sus compinches –tres albaneses, dos españoles y una puta italiana-. Pasará en el piso de ellos aquella noche y las noches de los seis meses siguientes. Aprenderá palabras en castellano, en albanés y en italiano. Hará de gancho y de campana. Lo detendrá la policía infinidad de veces y siempre lo dejará en libertad después de comprobar su pasaporte. Durante seis meses intentará vivir con la memoria que le prestan los otros. Todo sucederá en un inacabable presente hasta el día en que Petro –ex policía albanés, ex mercenario en Kosobo-, borracho de pacharán, le presente a Sandra. Casi tan alta como él, grandes pechos de silicona, pómulos de colágeno, cejas y labios pasados por botox, maquillaje de rebozo y espátula. Manos enormes y el andar torpe con unos zapatos del cuarenta y cuatro sobre tacones de quince centímetros. La voz grave mal disimulada. Mirada violenta, encanallada y triste. Cuando la vio desnuda supo que Sandra no era Sandra. “Nadie es perfecto”, recordó, mientras se dejaba sorprender por las manos de ella.

(después de pasar tres días y tres noches seguidas con Sandra usted volvió a saber quién era volvió a encontrarse con su memoria aquella que olvidara el día de su caída del banco de cemento y pensó o quiso pensar que no sería fácil convivir con dos memorias la que lo devolvía a su soledad en Minesota y la del personaje que había sido hasta entonces en Barcelona y echó cuentas porque tampoco le había ido tan mal durante aquellos meses pasados en el olvido y pensó sólo una vez lo pensó que no el tiempo sino el azar lo había llevado hasta allí y que todo estaba bien como estaba porque había decidido ser uno más entre todos aquellos)

Aquella mañana del primer sábado de febrero, Gregor McGregor, después de compartir café y aguardiente con los otros trileros, se hace con el trozo de hule y pide las cajitas de madera y la bola. Se pone en cuclillas en medio de La Rambla y comienza a mover sus manos, con más destreza que rapidez,mientras oye como si fuera el eco de otra voz: where is the ball.

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12 comentarios:

Propílogo dijo...

Buf, Hugo. Menudo pedazo de regalo. Voy a releerlo con la convicción de que más tarde lo imprimiré.
Me quedo, de momento, con una sensación de adopción adulta; de una escapada involuntaria a la que se le tenían ciertas ganas, y de un retorno a una memoria en la que aún queda la opción de elegir.
Ya comentaré más tarde el efecto de esos párrafos entrechocados y sin comas.
Salut y mil gracias
Gabriel

Odys 2.0 dijo...

Vengo aconsejado por el del cerebro, y me voy con la satisfacción de haber paladeado, dos veces, algo excepcionalmente bueno.

Muchas gracias...

Rosana dijo...

Opino como mis compinches y me lo guardo si usía me da permiso.

Con lo difícil que es llevar bien un monólogo interior, la cantinela interna y encima con esa voz en segunda persona que el lector acopla a una primera de una manera tan natural... Siempre te lo digo pero manejas muy bien ese tipo de voz, que los amantes de lo estereotipado dice que solo se debe usar para textos que simulan cartas o cosas así... pues no señores míos no.

Un gusazo leerlo Hugo.

Abrazo juerte.

AGUS dijo...

Hugo, para no repetir lo que han dicho de forma tan acertada mis predecesores, destacaré - ya que la conozco - la fantástica recreación de las ramblas de Barcelona que haces. Y digo fantástica porque además de cenirse a la realidad logras captar su alma, su esencia, y ésta se convierte en un personaje más del relato. Una pieza formidable, para degustar con tranquilidad en una tarde de lluvia.

Abrazos.

Antonio Tello dijo...

El tiempo, el azar, el destino y el existir, el llegar a la frontera de la memoria y seguir viviendo, lo confunde todo, pero al final es la voluntad del individuo la que acaba por imponerse ¿o no?
Un cuento magnífico, querido Hugo.

MARIA FABIANA CALDERARI dijo...

"Hugo is here". "Hugo is here".
Esa es, para nosotros, la mejor cantinela.

Qué bueno que nos regales tu escritura, y nos permitas aprender.
Un abrazo.

hugo dijo...

Hola Gabriel:
Cracias por pasarte por aquí. La sensación es válida ya que lo que buscaba con el micro era que se captara la soledad del protagonista y su estar a merced de lo externo.
salut.

hugo dijo...

Alberto:
Gracias por pasarte y dejar comentario, te debo una y supongo que pronto me tendrás por ahí.
salut

hugo dijo...

Rosana:
Gracias por tus palabras y tu apoyo,
si la literatura no sirve para volver a poner sobre papel lo que ya hacía Joyce hace casi un siglo, apaga y vámonos
para monólogos el de Molly Bloom que, además es un orgasmo.

un abrazojuerte

hugo dijo...

Agus:
Gracias por pasar.
Muy bien visto lo de Ramblas como un personaje más, porque esa era una de la intenciones ocultas,
nos seguimos leyendo
salut

hugo dijo...

Antonio:

ante todo disuclpas porque te tengo olvidado y hace días que no paso por el bloss, como siempre un honor tenerte por aquí.

muy bien observado lo de la descisión individual, el protagonista opta no por la soledad conocida sino por el azar que siempre se está por conocer, saber donde está la bola es más atractivo que saber cuantos zapatos se vendieron en un día.

salut.

hugo dijo...

Fabiana:
Gracias por tus palabras y por ese alguito que ayuda a tirar.
vamos por ese dulce de leche...jajajajaj

unafortaabraçada