jueves, 1 de septiembre de 2011

tres historias de un final



Tres días y la tempestad no amaina. La lluvia ha cargado las torrenteras hasta desbordarlas, hasta dejar al pueblo sin calles, sin plazas, sin huertos.

Tres días que la tempestad enmascara la distancia de los obuses. Los pocos soldados, que aún resistían en las afueras del pueblo, huyeron. Quizá recuperaron el miedo, el hambre y una idea digna de la muerte.


Tres días. Las casas han sido abandonadas a sus ruinas. La gente del pueblo se apiña bajo el alero de la estación de ferrocarril. Esperan. El repiqueteo de la lluvia descuenta las horas. Esperan.

Acaba de entrar un tren que nadie ha oído llegar. Ni pitidos, ni estrépito de hierros, como si lo hubiera traído la inercia de las vías. La nube de vapor ha ganado todo el espacio, en cuanto se ha disipado han podido ver los vagones de carga con las compuertas laterales abiertas. Sobre el andén, soldados cada cincuenta metros. Pasamontañas bajo el casco, capa y fusil de asalto. La piña de los que están sentados en el suelo se aprieta. Esperan. Una voz les ordena ponerse en fila. Los niños han comenzado a llorar.

4 comentarios:

Jesus Esnaola dijo...

Es la fuerza de la literatura. En la anterior entrada, a modo de artículo, nos hablabas del conflicto en Libia y lo hacías de manera muy comprensible para la razón. Aquí, sin embargo, te bastan unas líneas para conmovernos hasta el tuétano, para hablar de pueblos annegados, de soldados retirados y de una población que, entregado, aguarda, como si fuera ya lo único que le queda por hacer.

Y esa memoria que sacudes.

Magnífico, Hugo, magnífico.

Salut

MARIA FABIANA CALDERARI dijo...

La lluvia, el llanto de los niños ( seguramente yo hubiese llorado mucho), "los pocos soldados que recuperan el miedo y una idea digna de la muerte". En cuántos lugares estos tres días...

Me ha gustado.
Abrazo.

Francesc Cornadó dijo...

De vuelta, amigo Hugo, otra vez por aquí, visitando tu blog y admirando tus escritos. Veo que has estado al pie del cañón sin desesperar bajo el calor dando cuenta de vocablos indignados.

Magnífico micro, te felicito. Pasan los trenes y todos son anotados en la libreta del jefe de estación, también aquellos trenes que no paran, también estos cuentan en el dietario negro de los días.

Salud
Francesc Cornadó

hugo dijo...

Jesus, Fabiana y Francesc, gracias a los tres por ser tan amables y dejar estos comentarios.
salut