jueves, 16 de septiembre de 2010

UNA ESCALERA DE ALMENDRO (micronota)





En arameo la palabra luz designaba al almendro y, según algunas tradiciones judías, a través de la base del almendro se accedía a la mítica ciudad de Luz. Ahora bien, la tradición no podía prever que Jacob, ¡nada menos! se intrometiera en asuntos de ese calado. Astuto y ladino, admirado por el mismísimo Dios que le cambiará su nombre por el de Israel ¡poca broma!, Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abraham le compra, por un plato de lentejas, la primogenitura a su hermano gemelo Esaú y, no será hasta la agonía de Isaac, cuando este necio y palurdo cazador, caiga en la cuenta de su metida de pata, monte en cólera y obligue a Jacob a poner pies en polvorosa. Hacia dónde se dirige ya es harina de otro costal. En realidad hay al menos dos versiones, el Génesis lo pone rumbo a Harrán, donde mora su tío materno Labán a quién le comprará sus hijas Raquel y Lea a cambio de algunos años de trabajo como pastor. La otra versión, más mística, lo sitúa dirigiéndose, hacia donde nace la luz o kedem que se podría traducir como lo ancestral: su abuelo Abraham es de Ur y Harrán queda a tiro de piedra, ambas en la ribera oriental del Éufrates. En las dos versiones su viaje es hacia el Este y en las dos tiene el mismo sueño: una escalera que, quizá, se originara como una expresión de deseo para burlar la persecución de Esaú (¿Sigmund lo sabe?). Jacob, puesto a soñar no repara en gastos: los últimos escalones acaban en...¡las puertas del cielo! Sorprendido por el trajín de ángeles que soporta aquella escalera, sólo espera oír a Dios que, por supuesto, no se hace rogar y con aquella amplitud que se le supone, acaba otorgándole no sólo eterna protección sino“toda aquella tierra”. Cuando Jacob despierta exclama su famoso:”¡Qué temible es este lugar! ¡Esto no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo!” El sitio donde había dormido era el Monte Moria, donde abundaban los almendros y la ciudad “que antes se llamaba Luz paso llamarse Bethel”(Gen. 28.19) que literalmente se traduciría por “Casa de Dios”. De ahí en adelante las varas de almendro pasaron a ser las primeras “varas mágicas” de la historia.

Si, por supuesto, se podría haber hablado del renacer que significa la flor del almendro después del invierno, de la almendra, de lo oscuro y lo secreto, del “muro” de madera que rodea el fruto verdadero, del pensamiento más o menos hermético (¡pobre Hermes!) de la traslación mística de que todo fruto recubierto siempre remite al almendra, del almandalos y la tradición griega, con el pobre hermafrodita Agdistis que depende quien lo castre puede nacer un almendro o un árbol de granadas, de la almendra del Pantocrátor o de la almendra contenedora de la Trinidad... y un sinfín más de tradiciones míticas, pero es igual, todos los atajos del almendro, tarde o temprano, pasan por la escalera de Jacob.

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Para 0 comentario: El atajo que suelo pillar para ir desde mi casa hasta el mar se inicia con un almendro, exactamente en la mitad se encuentra un olivo, en realidad se trata de un acebuche, y acaba en una higuera casi centenaria. Quiero pensar (¿o creer?) que se trata de un camino mágico que en verano suele estar más concurrido que la Rambla de Vilanova, pero que ahora, justo ahora, en septiembre recupera su soledad y su silencio.
Así pues, durante algunos días, rendiré mi homenaje a estos tres árboles y lo haré a través de estas micronotas.
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8 comentarios:

MARIA FABIANA CALDERARI dijo...

Piel sensible la del Topo Sabio...

hugo dijo...

Hola Fabiana:

Sólo viejotopo, nada más que viejotopo

gacias por pasarte por aquí,

un gran abrazo

salut

Silvia Castro dijo...

Topo, encontré tu mensaje hace un rato, pronto me instalan nuevo teléfono y te lo paso. Se te extraña, una pena que no pudimos hablar. Que estén bien!! Cariños para tutti

Antonio Tello dijo...

La raíz de la voz almendro se hunde en la luz como la de azahar, de la que deriva azar. En el impreciso lugar de la Luz -acaso del almendro-, Jacob tomó una piedra por cabezal «y acóstóse para dormir». Es esta misma piedra la que al despertar lleno de temor utiliza, ungiéndola con aceite,para levantar la estela que señalará la «casa de Yahveh». La piedra, la luz y el alma fundidas, en tu hermosa micronota, Hugo, en el renacer de una naturaleza sin estaciones. Silencio y serenidad.
Un fuerte abrazo

hugo dijo...

Hola Antonio:
Gracias por tus palabras.
La personalidad y la trayectoria de Jacob siempre acaban seduciéndonos, quizá porque trata lo mágico con un desparpajo como si fuera una parte más de su cotidianidad. Y si además lo ligamos nada menos que a la almendra y el almendro -que siempre lo ha patrimonializado la tradición hebrea-, pues está casi todo dicho.

reitero mi agradecimiento por tu visita,

ungranabrazo,
salut

hugo dijo...

Hola Silvia:
Todo bien topa, nos hablamos.
salut

Jesus Esnaola dijo...

Ignorante de todo lo que me cuentas en tus micronotas arborícolas, me limito a leerlas y disfrutarlas, llenas como están de sabiduría e ironía, eso sí, con un punto de retraso por la visita de familiares de este pasado fin de semana.

Un abrazo, Hugo.

hugo dijo...

Hola Jesus:

Gracias por quedarte con la ironía. su distancia siempre nos permite, muchas veces, aligerar la mochila del pesimismo.

salut